En graves problemas [Libre]

17 de Diciembre || 16:30 p.m || 4ºC

Acababa de salir de clase de pociones, y me había dejado claro el profesor que sin huevos de Doxy no conseguiría hacer bien la poción. Me había indicado donde podía encontrarlos, pero también me había advertido para que tubiese cuidado, dado que eran muy escurridizas y con un mísero picotazo podían envenenarme en segundos. Me había dado un pequeño frasquito con un líquido rosa, y me había explicado que era antídoto, que si me picaba alguna simplemente tenía que tomarmelo y ya. Se lo agradecí enormemente y salí de la clase, camino a los terrenos del colegio. Me daba algo de miedo ir a por huevos de Doxy, pero me jodía más el echo de suspender una asignatura.
Llevaba la mochila colgada a la espalda, y el botecito de antídoto en uno de los bolsillos de mi túnica. Caminaba a paso ligero, pero me temblaban las manos. ¿Pero qué demonios era yo? ¿La niña del parkinson? No había momento en el cual no me temblasen las manos, las piernas, o cualquier otra cosa del cuerpo.
Según el profesor, el árbol se encontraba en el límite del bosque prohibido, no en el interior, por lo tanto solo tenía que seguir la linea del bosque hasta que me topase con un árbol no muy grande y con unas explendidas flores rosas. No tardé mucho en encontrarlo, dado que se alzaba majestuoso frente a mi. Sonreí satisfecha, pero incluso desde lejos podían verse aquellas pequeñas hadas negras con dos pares de brazos y piernas revoloteando alrededor. A mi mente se vinieron sus afilados dientes y no pude evitar que un escalofrío me recorriese la columna vertebral. Me mordí el labio mientras sacaba mi varita y miré alrededor. No había nadie que pudiese verme hacer el ridiculo.
Volví a mirar al árbol y en un instante comencé a atacar a aquellas pequeñas hadas que lo único que hacían era proteger sus huevos. Todas eran derribadas por la pequeña luz amarilla que salía de la punta de mi palo mágico y yo abanzaba con cautela hacia el árbol, en el cual había miles de huevos. Una vez estube al lado, tomé tres de ellos, metiendolos en la mochila con todo el cuidado del mundo. Cuando me giré para irme, me topé con un hada, pero fue tarde, dado que no me dio tiempo a apuntarla con la varita y se acercó a mi, picandome en el cuello. Por suerte tenía el antídoto. Eché a correr, entre jadeos. El veneno actuaba rápido. Llegué a la orilla del lago y me dejé caer, suspirando fuertemente. El aire me fallaba ya. Rebusqué en mis bolsillos aquel frasquito de antídoto, pero para mi sorpresa, esta ya no estaba ahí. En mi cara se formó una mueca de terror, pero seguidamente caí inconsciente. Como alguien no me encontrara pronto... podría decirse que Andrómeda Black no existía más.

Adoraba simplemente volar en cualquier momento y además esa era una ocasión especial, Sarah lo habia retado a salir a volar simplemente con una camiseta y un pequeño short.

Congelado. Hasta podía sentir como cada parte de su cuerpo pedía a gritos un poco de calor, el no estaba acostumbrado a seguir aquellos retos que le parecían absurdos pero su orgullo le impedía negarse.

Su vuelo fue interrumpido por una escena sumamente curiosa, una chica de su casa, corria por los limites del bosque, no alcanzó a distinguir exactamente que la perseguía, normalmente el se hubiera retirado sin hacer caso a aquello. Era una extraña ¿por que importarle lo que le pasara?. Pero estaba aburrido y aquella pareciera una oportunidad para poder burlarse de alguien, descargar su impotencia en otros era su especialidad.

Asi que volo hacia la chica y pudo observar como un frasco se le habia caido unos metros antes de llegar al lago, lo recogió y de nuevo la siguio, pero lo que le extraño fue verla en el piso.

Bajó de la escoba y se acerco a la chica, se le hacia conocida - ¿Estas bien? - se hinco a su lado e intento reanimarla con su varita.

¿Sería verdad lo que decían de la luz blanca al final del túnel? Porque yo en aquel momento no veía nada... pero tampoco sentía nada. Era una extraña sensación. Era como si flotase en ninguna parte, mejor dicho, como si mi cuerpo estubiese fuera de toda sensación, porque no sentía nada, ni frío ni calor, tampoco sentía dolor. Era un lugar agradable. Bueno, lo hubiese sido si no estubiera tan oscuro. Me hubiese gustado abrir los ojos, mirar alrededor para ver si alguien se había dado cuenta de mi inconsciencia. Sin embargo tenía miedo, a pesar de que sentía mucha paz. Lo sentía porque estaba a sus puertas, a las puertas de la muerte. Podía dar un paso y olvidarme de todo para siempre, un simple paso... pero no podía moverme.
Me encontraba al final de un camino y al comienzo de otro. Podía escoger: retroceder para empezar de nuevo, por el primer camino, o seguir, para ver que había en el nuevo. Sentía como una parte de mi me empujaba hacia delante, pero había otra que me obligaba a esperar... a luchar. Sentía la paz tan cerca que se me hacía irresistible, pero siempre habría una paz... y vida solo tenía una. Puede que esa fuese la clave: luchar. Si, la paz estaría siempre ahí, al final del camino, pero antes tenía que pasar por muchas batallas.
De pronto, pude notar como unas manos se aferraban a mi, colocandome boca arriba, de espaldas a él. Era Harold, podía verlo... no sabía como, porque sabía que tenía los ojos cerrados, pero podía verlo. Sabía que estaba ahí, a mi lado y que estaba bastante preocupado. Comenzó a hacer cosas con la varita, intentando reanimarme. Quise moverme, poner de mi parte para hacerlo... pero algo me impedía que gesticulase algún movimiento... por pequeño que fuese. Poco a poco conseguí abrir un poco los ojos, devido a un enervate de su parte. Solo esperaba que no fuese tarde... que ganase la partida.
-Harold... el frasco...-. Murmuré. El antídoto se me debía de aver caido unos metros por detrás, cuando había salido corriendo con la picadura. Me estaba muriendo y era cuestión de segundos que mi corazón dejara de latir... se tenía que dar mucha prisa.

Al reconocer a la pequeña Andromeda un escalofrio recorrio el cuerpo de Harold, toco su rostro y podía sentir como estaba algo helada, recordo aquello que la perseguía desde la altura que estaba no había alcanzado a distinguir nada.

Cuando ella abrio los ojos un pequeño suspiro de alivio salio de los labios de Harold y cuando dijo aquello recordo el frasco que habia tomado del piso - aqui lo tengo.. aguanta Andrómeda - la tomo en sus brazos y destapo el frasco haciendo que tomara la poción lo mas pronto posible, ella era la hermana de Bella sabía bien que a pesar de tener diferencias con ella, la queria.

- tranquila.. - la tomo en brazos y camino con ella así esperando que la poción hiciera efecto.

Logro pasar la pocion a traves de mis finos labios, cosa que agradeci. Solo era cuestion de tiempo que mi cuerpo reaccionase si no era tarde. Trague saliva con fuerza, dado que me costaba, y seguidamente note sus brazos rodeandome, levantandome del piso. Mi cabeza colgo un poco, hasta que logre estabilizarla. Me agarre a el como pude y apoye mi cabeza en su pecho para que no cayese de nuevo.
-Gra... gracias-. Logre gesticular, pero aun no habia echo efecto, notaba el veneno correr por mis venas, aunque ya no tenia la velocidad del principio... se estaba desbaneciendo.

Con la fuerza que le caracterizaba y además Andromeda era muy ligera, la tomo e brazos y camino con ella hacia un arbol - necesitas descansar... cierra los ojos.. te cuidare - dijo tranquilo mientras miraba el camino, hasta encontrar el arbol que fuera suficientemente grande para cubrirlos del sol y alejado para que no la molestaran - o prefieres ir a la enfermeria? - creyo mas correcto preguntarle.